Deletreo ediciones
Poemas con animales en extinción | Walter Biurrum
Poemas con animales en extinción | Walter Biurrum
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Walter Biurrum
Poemas con animales en extinción
Deletreo ediciones
Precio: 400.0
ISBN: 9789915939599
La poesía grita dentro del caparazón de un caracol
no tocaré el cielo con las manos
el taburete que tengo es demasiado bajo
el poema es una forma
de sentirse vivo o muerto
W.B.
Un bestiario al alcance de las manos (y de los pies). Una suerte de
borgeana zoología fantástica, de libro de seres imaginarios (solamente
un bicho imaginario /puede permitirme este momento), pero también un
compendio de los bichos del más acá, es decir, un gesto de signo (casi)
inverso al del autor de El Aleph. Una forma animal de ver y representar el
mundo. Estos poemas zoológicos (y ecológicos) de Walter Biurrun reptan
por los paisajes más cotidianos, más pegados a nuestro entorno, y vuelan
por y desde una imaginación desbordada, pletórica de vida, atenta a la
dimensión micro del cosmos y a la mirada sobre lo macro. El poeta es un
pequeño dios, ya lo sabemos, pero es también una de sus propias criaturas
rampantes, heridas, mutiladas, arrastradas en el devenir de acá y en la
escena del más allá de los sueños y las pesadillas:
no fue la gallina
fue el dedo que quedó
sangrando sobre la tabla
con la cuchilla clavada
hasta el otro lado del mundo
Territorio de bichos: cada poema de este libro guarda una sorpresa,
un misterio, un secreto que brota de esa planicie del sueño, una vuelta de
tuerca; no me refiero a un efectismo al cierre de los poemas. Voy más allá:
hay una construcción de familiaridad con un universo que nos rodea por
arriba, por debajo, más abajo aún de las alfombras y la pintura de las
paredes. Un universo que está allí pegado al suelo (bajo la alfombra hay
vida allí /incalculable inmedible /no tiene olor ni forma) y, generalmente,
pasa desapercibido. El poeta sí lo percibe: huele, mira, toca, suda, come,
lastima ese universo y lo comparte con sus lectores.
Y estas páginas se repletan de criaturas reconocibles y otras
presencias más elusivas, indeterminadas, porque no hay aquí un prurito de
entomólogo o de afán veterinario: ciempiés, hormigas, cascarudos,
pajaritos, mosquitas, pequeños bichos voladores, gusanos, perros, gatos,
avispas, bichos diminutos, bichos aplastados, algunos bichos
imaginarios, gallinas, mariposas, insectos del desiertos (sic), bichitos
que se esconden/ debajo de la pintura/de las paredes, caracoles. Un
bestiario doméstico, inmediato, casi sin prestigio poético en la tradición.
Una tradición (re)legible, claro está, en estas páginas donde se intenta, por
ejemplo, aggiornar, de alguna forma, la simbólica que arrastra nuestra
historia poética. Verbigracia: la higuera de Juana:
y no hundirnos los pies en el barro
para sostener la higuera
como lo hizo el vecino abrazándola
Como en el estremecedor poema de Russell Edson, hay aquí también
una zoografía, un tratamiento al sesgo del mundo animal / animado,
puesta en escena expresionista (hay espectros que se roban el alimento de
los perros), tan al ras como hiperbólica (¿cómo será gritar / dentro de la
caparazón /
de un caracol?), pero no exenta de ternura y de comprensión, amén
de la violencia desencadenada en algunos espléndidos poemas:
y la perra blanca soltando a la perra blanca
que se fue arrastrando como el final
de una pesadilla
Los bichos de Biurrun permanecerán en la memoria de cada lector,
tanto esos animales imperceptibles que salen con sus ventosas /a
aventurarse en la noche, o que gritan /como si fueran bebés imaginarios;
como esos otros pandémicos y humanos que pasean sus mascotas
y pasa entre la gente con tapabocas
y pasa entre los animales con
pantallas de acrílico en los hocicos
o bien aquellos animales mermados por la violencia y por el paisaje
hostil:
pájaros muertos
vacas ateridas
perros inválidos
Porque en el fondo, como dice la voz poética, no somos más que
símbolos, paradojalmente, tan abstractos y materiales como las criaturas
que pueblan estas páginas, un tránsito entre la realidad, el sueño, y su
versión más aterradora, la pesadilla:
intento cruzar este puente
que me lleva del sueño
a la pesadilla
Gerardo Ciancio
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